domingo, noviembre 12, 2006
Cada vez que alguien me contradice en alguna de mis convicciones, me cuesta demasiado quedarme callada, y tengo que hacer esfuerzos casi que sobre-humanos para contenerme de levantarle pleito en el acto. Quién sabe, talvez sea tan parte de mi naturaleza el vivir a la defensiva que me cuesta mucho darme cuenta que no debería tomarme todo tan a pecho. Talvez es que estoy haciendo exactamente todo lo que tanto odio sin darme cuenta y le estoy concediendo demasiada importancia a lo que piensa la gente. Talvez sea ese precisamente mi problema. Mi cruz, como dicen. Talvez deba agregar a lo de ácida, apática y amargada, también ‘algo temperamental’ o ‘un toque susceptible’. O al menos poner la advertencia: "Cuidado con lo que dice, lo pueden morder..."

El problema es que, por más que hago concientes esfuerzos para fijar mis zapatos a la tierra y quedarme quieta para no salir corriendo a colocarme los guantes de box, con mi trabajo a veces es difícil dejar solo para la oficina algunas costumbres que pueden llegar a ser nocivas fuera de allí... En mi trabajo, para bien o para mal, el ideal resulta ser todo lo contrario. A guevo hace falta ser agresivo si no quieres que alguien venga a pasarte por encima con todo el arsenal. Aunque francamente, creo que en general también se aplica a la vida. Hace falta más gente que sea de armas tomar, a que simplemente sigan siendo mayoría quienes permitan que todo se arregle por sí solo, sin tomar cartas en el asunto, sin mover un dedo para dirigir el timón de su vida y no perder el rumbo. Eso simplemente no cabe en la cabeza, porque si fuera lo normal que seamos complacientes y maleables para aceptar todo lo que venga de forma pasiva, ¿cómo sabremos distinguir cuándo es momento de defender lo que es de uno, y defenderlo? ¿Cuándo es el momento en que se deben tomar las riendas y ser uno –y nadie más que uno- el que decida cómo va a terminar cierta cuestión? ¡Al demonio con el destino! Que eso, se lo labra uno solo. Los males de muchos países –y ni siquiera me voy molestar en referirme concretamente a alguno para evitar que alguien se sienta aludido (pero ya saben a cuál me refiero)...

(¡Bah! ODIO tener que andar haciendo aclaraciones para hablar cada dos por tres con el único fin de que ningún pendejo me venga a levantar bochinche porque se sintió ofendido)-

...no son culpa de los políticos, ni del poder mismo, ni siquiera de la corrupción, es culpa de la gente blandengue que permite que otros con más pelotas y codicia escojan por ellos. Es culpa del propio estado, que somos todos, el que todos comamos mierda (rica, ¿verdad?); pero eso sí, a nadie le gusta que le digan en la cara que es un fideo aguado, que es un mediocre en todos los aspectos de su vida, que no se compromete con nada (por miedo, siempre por el maldito miedo), o que les da miedo hablar de lo que realmente piensan en el fondo por temor a ofender a alguien. O sea, que es un tibio. Ni chicha ni limonada. Todo, todo, todo, absolutamente todo lo conduce el miedo. Pero entonces que luego no se quejen, la puta madre!

Claro, a más de uno se le figurará una locura mis ‘debrayes’, o en el peor de los casos, le parecerá puras chocheras de mujer a punto de cruzar la línea de la segunda edad. Sí, talvez llegue a sonar de esa forma. Pero al menos, me quedo tranquila de que soy yo y nadie más que yo la única que toma decisiones en mi vida, y defiende lo que piensa, y pone todo el corazón en lo que cree sin permitir que la primera ráfaga de viento amenace con desbaratar y hacer estragos, solo porque a otro con más guevos y menos cobardía se le pegó la gana que así fuera.

Por esa actitud muchos más han perdido cosas valiosas en la vida, o dejado pasar oportunidades únicas. Yo incluida, naturalmente. ¿Pero saben qué? La verdad no peca pero incomoda, y esta que está aquí se cansó de disculparse, así que los que se vayan a sentir aludidos de ahora en adelante, que ponga la queja por escrito y la envíe por fax para poder pasármela por el arco del triunfo.
Escupido por Dryadeh a las 11:43 p.m. | 2 comments